Daniel Martinez fué el padre de Natalio, y el que le inició en el oficio en casa De Ricardo Zafrilla.
Se instaló por su cuenta en 1931. Amante del mundo taurino, quiso ser torero, pero según Natalio, cuando le soltaron el novillo, se asustó tanto, que desistió. De esta afición le quedó el apodo de Armillita, genial torero de la década de los 30.
Finalizada la guerra civil, se marchó con su familia a Córdoba, allí, la dedicación de todos en el taller que montaron era absoluta, hasta el pequeño Natalio vendía parte de la producción familiar en las cercanías de la estación del ferrocarril, una actividad prohibida. Fue en este lugar donde a la temprana edad de 11 años se despertó su vocación, ya que era muy frecuente que le encargaran la tarea de adornar la virola de las navajas. No obstante, Natalio , que había nacido en 1932, ya estaba familiarizado con la lima, puesto que a la edad de 8 años, cuando iba a llevar el almuerzo a su hermano Pedro al taller de Aristóteles Igualada, donde aprovechaba para aprender la técnica de la lima, blanqueando los muelles provisto de un pequeño triángulo. A día de hoy, el artesano confiesa que la razón deir a casa de Igualada no era el aprendizaje, sino los excepcionales almuerzos junto a la fragua en el primer año de posguerra.
Cuando no era Natalio el encargado de acercarse a la estación, lo hacía su padre Daniel, que llevaba el cincho con las navajas camuflado debajo de una gran chaqueta. En esa ciudad, y vendiendo casi clandestinamente sus productos, se defendieron durante un lapso de cinco años. Después Daniel regresó con su familia a Albacete y solicitó volver a su taller. Natalio para entonces ya tenía 16 años, y junto a su padre y hermanos, trabajaban desde su local de la calle Santa Quiteria para el taller de Ricardo Zafrilla, que se quedaba con toda su producción.
En aquella época, dos de los mejores artesanos que prestaban servicios para Zafrilla, eran "El nene Castillo", y "El Chato la Susana", que alentados por el empresario habían iniciado la fabricación de navajas de pata de ciervo simulada. Uno de ellos comenzó una de grandes dimensiones, y la dejó sin terminar, Zafrilla, encargó a Daniel que la terminara, él aceptó el reto. Pero, al tiempo, su hijo Natalio, realizó otra igual, pero de unos 8 cm cerrada. Este fué su primer trabajo con 16 años, y desde el inicio al final del proceso no intervino nadie. Entusiasmado por el resultado, a partir de ese momento Zafrilla encargó a la familia Martínez Redondo la confección de navajas de pata de ciervo simuladas, y que hicieron un tiempo de manera exclusiva. El taller de Ricardo Zafrilla cerró meses más tarde.
Sin la tutela de Zafrilla, la industria familiar despegó con este tipo de producción en la que se habían especializado, llegando a contar con 17 obreros. El pequeño taller de Santa Quiteria fué adquiriendo algunas máquinas, como una excéntrica que solamente servía para cortar muelles y palanquillas, una prensa de mano para moldear las virolas, y una fragua que vino a paliar una situación de precariedad de muchos años, en que debían acudir a otros cuchilleros para esta labor. Sin embargo, estos momentos de bonanza no duraron mucho tiempo, poco a poco la empresa fué perdiendo empleados, que se marcharon a otras fábricas, o se instalaron por su cuenta para seguir realizando la navaja de pata, auténtica seña de identidad de la firma Daniel MTZ".
Con la instalación en "Surco" de la cuchillería Medrano, y la introducción (como vimos en un post anterior) de una navaja de pata muy similar que la de los hermanos Martínez Redondo, estos tuvieron que diversificar su producción mediante la fabricación de cuchillos deportivos y otro tipo de navajas, como la de dos tercios, con tamaños desde los 15, hasta los 51 cm cerradas, que se vendían para ornamentación. A estas navajas las denominaban "de escaparate". Comenzaron también a realizar navajas de imitación de asta de ciervo , con unas cachas de plástico cuyo molde aún se conserva, y que años después tuvo una gran aceptación en el mercado al coincidir con la exitosa serie televisiva Curro Jiménez. Además, también confeccionaron para el libro Guinness de los récords unas navajas de más de dos metros cerradas, y perfectamente acabadas, que les situaron en dos ocasiones en las páginas de dicho libro. Por su parte, Natalio, acapararía otros muchos premios y reconocimientos, a pesar de su escepticismo hacia los certámenes de artesanía.
Natalio, Pedro, y Daniel Martínez Redondo con una de las navajas premiadas, y reconocidas en el libro Guinness. 1980.
Y ahora os muestro un cuchillo que recientemente he conseguido de Daniel. La funda es de cuero, con la boca sobredimensionada para que entre bien.
La hoja tiene un tamaño de unos 24 cm. Presenta arriba un vaciado muy bonito. El cabo está rematado en alpaca, también la pezuña tiene una protección al final de este mismo material.
Y por fin os dejo un detalle del cuño.
Espero que os haya gustado.
Saludos. para todos.